2015 finalizó con molestias en el gemelo de la pierna izquierda para Pere. Él, un hombre de 45 años acostumbrado a la montaña y al trabajo físico, ya había padecido dolor en la rodilla, “aunque nunca antes tan intenso”, recuerda.

Los días pasaron y a mediados de enero apareció un “dolor en el pecho y sensación de ahogo. Una aflicción realmente intensa” sin causa aparente. “Dos días antes había estado cargando un mueble, por lo que pensé que se trataba de un dolor muscular”. Era de noche y desde su urbanización de calles caóticas y mala cobertura telefónica, decidió irse a la cama sin llamar a Urgencias ni a ningún amigo.

“Por la mañana el dolor había disminuido. Hablé con un par de amigos y, por los síntomas, ambos descartaron que se tratara del corazón. Tal vez una lesión en la pleura”, se aventuraron. Con las horas el malestar se disipó hasta convertirse en pequeños achaques en la pierna y una sensación de ahogo, que Pere atribuyó al tabaco, con los que aprendió a convivir.

La coexistencia se quebró a finales de febrero. “El dolor se intensificó hasta que me di cuenta que si dejaba la pierna en alto mejoraba, pero cada vez que estaba de pie volvía. Entonces es cuando empecé a pensar que tal vez el dolor no era de origen traumático, sino que a lo mejor se trataba del ácido úrico (desde hace dos años lo tengo elevado)”.

Con las horas el malestar se disipó hasta convertirse en pequeños achaques en la pierna y una sensación de ahogo, que Pere atribuyó al tabaco

Pere

Habló de nuevo con un amigo “que tiene conocimientos médicos y me comentó la posibilidad de que el origen de las molestias fuera vascular”. Fue entonces cuando Pere decidió visitar al médico de cabecera: “con un par de preguntas me mandó rápidamente al hospital, solo para “descartar””. Y pasó una semana ingresado.

“Ha tenido usted mucha suerte”, le decían todos los médicos que lo examinaron. La trombosis que había empezado en la pierna a finales de año derivó en una embolia pulmonar, de ahí los ahogos y la presión en el pecho. “Nunca antes había oído hablar de la enfermedad tromboembólica venosa”, afirma.

“El dolor en la pierna empezó a desaparecer al cuarto o quinto día de estar hospitalizado, gracias a las inyecciones de heparina”. Un tratamiento que Pere debe mantener durante nueve meses y con el que convive alternando la zona del abdomen en que se pincha a diario.

Cuando en el hospital me dijeron que hacía un mes había sufrido una embolia pulmonar me sentí muy vulnerable. Un sentimiento de debilidad que me hizo pensar en la muerte

Pere

“Cuando en el hospital me dijeron que hacía un mes había sufrido una embolia pulmonar me sentí muy vulnerable. Un sentimiento de debilidad que me hizo pensar en la muerte, pero que a la mañana siguiente pasó y al que no hice mayor caso”. “Conocí la magnitud de lo que me había ocurrido un mes después del incidente. Creo que si lo hubiera sabido en el mismo instante me habría preocupado, sobre todo dado al relativo aislamiento geográfico en el que vivo”.

Desde su ingreso en el hospital la muerte se ha hecho más presente en Pere, pero sin mayores consecuencias que la toma de conciencia sobre la vulnerabilidad humana. Pere ha dejado de fumar y sigue con su día a día.

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