“Hace casi cuatro años, cuando tenía 25 años, mientras trabajaba, empecé a notar un dolor en las lumbares, pero no le di importancia. Al cabo de unos tres días prácticamente no me podía mover del dolor y tuve que coger la baja por lumbalgia.
Gracias a los medicamentos el dolor remitió al cabo de casi dos semanas, pero por poco tiempo: al día siguiente, mientras veía la televisión, me estiré y noté como un latigazo en el gemelo de la pierna izquierda. Al principio el dolor era parecido a una contractura muscular, pero ese mismo día por la noche ya no podía apoyar la pierna en el suelo del dolor y las lágrimas me salían solas.
Tras haber ido durante dos semana seguidas al hospital por el dolor, ellos solo me decían que era ciática. Como estaba trabajando en otra ciudad, me volví a la mía con mi familia.
Al cabo de dos días, cuando me levanté de la cama, noté que me faltaba el aire. No le di importancia, parecía un síntoma de agobio y ansiedad. De repente el dolor en la pierna fue desapareciendo, pero me iba asfixiando cada vez más, hasta que pensé que me moría.
Ingreso
Acabamos yendo al hospital, me realizaron varias pruebas, y descubrieron que tenía un tromboembolismo pulmonar bilateral severo y masivo, es decir, tenía los pulmones llenos de trombos y había llegado en proceso de infarto de corazón.
Me quedé en la unidad de críticos del hospital durante la primera noche, rodeada por máquinas y tubos. Luego me pasaron a planta. ¿Por qué me había sucedido? Tenía 25 años, sin obesidad, no fumo y no tengo antecedentes familiares. No había razón para que me pasara.
Al principio el dolor era parecido a una contractura muscular, pero ese mismo día por la noche ya no podía apoyar la pierna en el suelo del dolor
Los médicos se preguntaban el porqué hasta que una cardióloga, hablando con mi madre, le preguntó si tomaba anticonceptivos. Mi madre le dijo que sí. Inmediatamente supieron por qué me había ocurrido; ahora habría que esperar seis meses para poderme hacer las pruebas de coagulación.
En la pierna no tenía ciática, sino trombosis. Pero ningún médico lo vio. Al estar tanto tiempo ahí, los trombos se movieron y vinieron a parar a mis pulmones. Los doctores no dejaban de repetirme que fui muy afortunada, porque llegué a tiempo, y porque si se llegan a ir a la cabeza o al corazón no estaría contando mi historia ahora.
Miedo
En el momento en que me contaron lo que me había ocurrido necesité un tiempo para asimilarlo. No me lo esperaba. Cuando el médico, después de darme la noticia, fue en busca de mi madre para informarle, empecé a tomar conciencia y me entró mucho miedo, empecé a llorar y estaba aterrada. Creo que nunca había sentido tanto miedo en mi vida.
Estuve durante ocho meses con Sintrom y heparina hasta que me hicieron las pruebas: gracias a Dios, no tengo ningún problema de coagulación. Fue 100% culpa de los anticonceptivos.
La decisión de tomar anticonceptivos fue mía, lo decidimos así con mi novio. Luego fui al ginecólogo para pedir opinión y pruebas y me dijo que no hacían falta, que las píldoras de ahora son muy blanditas y son nuevas en el mercado. Así que le hice caso y me las empecé a tomar sin preocupación alguna.
Al cabo de dos días, cuando me levanté de la cama, noté que me faltaba el aire. No le di importancia, parecía un síntoma de agobio y ansiedad. De repente el dolor en la pierna fue desapareciendo, pero me iba asfixiando cada vez más
Al leer el prospecto vi que entre los efectos secundarios aparecía la ETV. Pero como era el último punto, tampoco le hice mucho caso. Le presté más atención a los primeros, dolor de cabeza y subida de peso.
Antes de mi caso no tenía conocimiento de la ETV. Había oído algo sobre ella, pero me sonaba a enfermedad que solo padecían las personas mayores.
Los pinchazos de heparina fueron odiosos. Es la inyección más dolorosa que me he puesto nunca. Me dio reacción, la zona se me quedaba caliente, colorada y llena de moratones. Aparte, el dolor era insoportable, notaba cómo el líquido se iba esparciendo por dentro, parecía que me estaban clavando cristales. Desafortunadamente, nunca me voy a librar de ella.
Hoy no tomo anticoagulantes, aunque por seguridad y prevención debo usar heparina en ciertas ocasiones, como viajes largos en avión. Y si quedara embarazada, tendría que llevar un control y probablemente un tratamiento con anticoagulantes.
La atención recibida
Los médicos que me trataron en la ciudad donde vivía fue pésima. Ninguno dio con lo que tenía. Con las dolencias del principio lo entiendo, porque eran signos de lumbalgia. Pero cuando ya empezó en la pierna, ninguno se dignó a mirarla ni tocarla a pesar de que les decía que el dolor se producía en la parte interior del gemelo. Me seguían diciendo que era ciática (cuando este dolor ocurre en la parte exterior). Tenía la pierna caliente, hinchada y roja.
Al leer el prospecto de la píldora anticonceptiva vi que entre los efectos secundarios aparecía la ETV. Pero como era el último punto, tampoco le hice mucho caso
Una vez en mi ciudad, los médicos fueron increíbles. Me trataron como a una reina, no solo con el tratamiento, sino también moralmente. Me daban ánimos y la verdad es que me trataron genial. No tengo ninguna queja. Les debo la vida por cogerme a tiempo. Darles las gracias es poco. Aparte de mi familia y amigos, por supuesto, sin ellos no podría haber seguido adelante.
Vivir con la ETV
Cuando sales del hospital lo más difícil de controlar es la mente. Le tenía miedo a todo y más con los anticoagulantes, porque a la mínima me salían moratones.
Ahora que hace casi cuatro años de esto, ya casi no me acuerdo, pero sí es verdad que inconscientemente estoy alerta a cualquier cosa. Sé que no puedo estar mucho tiempo sentada, que me tengo que levantar y caminar. Cuando estoy en el trabajo y paso más de dos horas sentada me asusto y me levanto rápidamente a estirar las piernas, cuando viajo tengo que usar heparina y a veces, si hace mucho calor, se me hinchan un poco las piernas y me asusto. Creo que eso no se olvida nunca, aunque haya días que no me acuerde
Cada vez que me pongo mala de catarro o de tos me hacen pruebas de coagulación y controles de los pulmones, así que difícilmente una se puede olvidar de esto. También con el cambio del tiempo me duele la pierna donde me dio la trombosis, y cuando enfermo de catarro me duelen los pulmones. Por el resto, llevo una vida normal y corriente.
Lo que intento hacer es no coger peso y practicar deporte, aunque tengo mis momentos de flojera.
Fue un momento muy duro y lento, pero a día de hoy lo puedo contar y es con lo que me quedo. No hay que perder nunca las ganas de seguir adelante. A día de hoy, recuerdo todo perfectamente, pero como una pesadilla”.
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